BARCELONA, 1978
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Cada imagen de este fotógrafo de Barcelona es un puñetazo certero a los sentidos. Jordi Larroch reconvierte la realidad en mensajes comprometidos que cobran vida y emocionan. Los objetos cotidianos se transforman en cápsulas de información animadas que concentran tanta intensidad que en ocasiones parece que están vivos y saldrán corriendo en cualquier momento.
«Jordi Larroch es brillante, diferente, sensible, delicado, directo a veces, poético otras. Lo que más me gusta en la vida es descubrir nuevo talento. Me permite seguir creyendo en el arte. (…)»